El nombre de Guillaume Apollinaire no resulta del todo desconocido para mi. Ya en un par de veces en la clase de Arte Contemporáneo el maestro lo había mencionado como autor de varios libros, pero es hasta ahora que realmente lo empiezo a conocer.
Con una infancia algo complicada por el abandonó de su padre y la adicción de su madre a los casinos crece en un ambiente turbulento que marca su vida. Lo definen como un poeta y novelista francés, pero sin duda es mucho más que eso, ya que su relación con las artes plásticas repercute de una forma especial en su literatura.
Como la mayoría de los artistas se siente muy atraído por los pensamientos de intelectuales revolucionarios y en su juventud se desenvuelve en este ambiente, codeándose con cubistas y surrealistas (de hecho el fue el primero en utilizar el término surrealista) logra tener una importante influencia en el mundo del arte moderno.
Después de varios títulos como El encantador en putrefacción y El bestiario o el cortejo de Orfeo escribe sus poemas Caligramas subtitulados Poemas de la paz y la guerra, que son ni más ni menos que la representación gráfica de sus poemas dibujados con sus propias palabras.
Con esta expresión vanguardista se rompe con la estructura lógica del poema y hoy en día se llaman poemas visuales.
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